Y O, L A M U J E R, D E S D E M I S R E C E T A S

PIN

                                                   

Es ella. Fue ella. Ninguna más similar a ella en ese enjambre ilusionado de feminidad ilustrada. Sor Juana Inés de la Cruz. Un luminoso “broche de alfiler” en la cultura masculina. Excepcional. Siempre adelantada. Desde niña, siempre adelantada … he ahí el toque de la musa para colmo y fastidio de la época. Entendió ya muy temprano el mundo del adulto: su pensar, su sentir, su expresar, su sabor, su olor, su amor… y fue a por todo ello sin freno, desbocada, sin soltar con bravura las riendas que salían de la hermosa crin del caballo en el que se sentía orgullosamente amazona desconcertando a propios y extraños.

Su fuego interior la llevo a la terca ambición de compartir, sin tapujos lo que aprendía y sabia. ¿Para que se quiere el saber sino es para compartir? Pero era mujer. ¡Mejor! Así las aspas del molino alborotan y esparcen con más crudeza el fluir del polen que brota de la belleza dejando desbocar el alma en la poesía, la prosa, la cocina… También cuenta, entre los pucheros, el desahogo de la alegría intuitiva, convirtiendo los sabores en pasión, como se lo narraba, en una carta, a su protectora y amante, la virreina de México, María Luisa: “qué os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando”.

Me quedé gratamente sorprendido hace unas semanas, cuando manejando por unos paramos insólitos daba rienda suelta a mi poesía que se lubrica siempre con los hermosos paisajes, cuando, la conversación, en tono suave, de la radio de mi coche, puso sobre la mesa de los interlocutores un tema llamativo: “las recetas de una monja mexicana”. Alababan no solo el peso del atrevimiento de una mujer intelectual de su época, sino también sus conocimientos sobre las matemáticas, la física, la geometría, la música, la gastronomía… Y hablaban de sus recetas, de los complejos guisados y exquisitos postre que dejo como legado en sus escritos, transformados hoy, en consumados recetarios. En ellos habla, entre otros del, Cigote de gallina, el Ante de mamey, el Clemole de Oaxaca, el Manchamanteles, los Buñuelos de queso o de viento, la Jericaya… Bajé velocidad, esperé encontrar un lugar donde parar unos segundos y me dije: “ya sé de qué voy escribir este mes”. Tome nota y quedo latente para no olvidar, el posible título: “Yo, la mujer, desde mis recetas”. Una vez más mi admiración por Sor Juana Inés de la Cruz, cuyos escritos son parte de mis letras de cabecera. Reanude la marcha y seguí adentrándome entre la hermosura en un pedazo del mundo a donde, quizás a ella, le hubiese gustado llegar.

 

You May also Like
SE PREGUNTABA SIN OBTENER RESPUESTA
LOS MISERABLES
A LO QUE TE TRUJE CHENCHA
L O S   D O S   P A P A S
L A N Z A R   U N   H I J O   A   L A   G U E R R A

Leave Your Comments